¿De repente se ha vuelto agresivo su perro o se lame compulsivamente hasta hacerse heridas? Puede que su perro tenga estrés y quizás sea usted sea quien se lo ha contagiado.

Muchos son los estudios que no dejan lugar a dudas: las mascotas, al igual que los humanos, pueden sufrir estrés. Éste no es más que una respuesta del organismo ante una situación de emergencia que exige una reacción o una respuesta de intensidad superior a la que se produce en circunstancias normales. La frecuencia cardiaca aumenta, el sistema nervioso entra en alerta máxima y segrega sustancias como la adrenalina que ayuda a que los sentidos funcionen a pleno rendimiento. Esta reacción no es perjudicial —sirve para ayudar a sortear determinada situación— mientras no sea prolongada en el tiempo.

Si el estrés de nuestro perro es continuo, su organismo se desgasta; descienden sus defensas y tiene más propensión a enfermar. En el plano psicológico, al enfrentarse continuamente a situaciones conflictivas, reaccionará instintivamente porque lo que está en juego es su supervivencia. Desarrollará conductas agresivas, padecerá ansiedad y miedo y no será capaz de aprender puesto que estará afectado emocionalmente.

 

¿QUÉ LO CAUSA?
Los perros poseen una gran sensibilidad y perciben sin ningún esfuerzo nuestro estado de ánimo. Así, un amo acelerado hará que el animal sienta ese estrés como suyo. En este caso, como será una situación continua, la mascota no será capaz de resolverlo y no conseguirá relajarse.

Debemos concienciarnos: lo que nos pasa afecta a nuestros perros por lo que es muy importante que intentemos ser personas equilibradas sin excesivos conflictos.

Pero no siempre la culpa es del amo. Un perro que haga poco ejercicio, que pase mucho tiempo solo y se aburra porque no tiene estímulos suficientes, puede estresarse.

La solución es muy sencilla: habrá que dedicarle más tiempo, permitirle que se sienta parte de la familia y dejar que tenga contacto con otros perros. No lo olvide, son animales sociales que necesitan relacionarse. Cuando le deje solo, seguro que sirve de ayuda una prenda o algún objeto impregnado del olor del amo y varios juguetes que distraigan su atención (podemos frotarlos con nuestras manos antes de irnos lo que hará que también tengan nuestro olor y contribuyan a la tranquilidad de nuestro amigo).

Un cambio en su entorno también podría ser perjudicial.

Una mudanza puede afectarle más de lo que pensamos pero juguetes u objetos impregnados con el olor de su antiguo hogar le tranquilizarán. Además, si nuestra mascota tiene especial predilección por algún mueble, debemos considerar la posibilidad de llevarlo a la nueva casa.

Tampoco ayudan los castigos ni los gritos que nuestro amigo no comprende. Hay que educar y establecer unas normas pero siempre desde el cariño y el respeto hacia el animal.

Las visitas al veterinario o la llegada de un miembro a la familia son situaciones que quizás que nuestro perro no tolere. Hablarle con cariño, tranquilizarle y dedicarle más tiempo para que siga sintiéndose importante, hará que desaparezca su miedo y ansiedad.

La rutina es importante para ellos, por eso les afectan los cambios que perturban sus hábitos. No se trata de que organicemos nuestra vida con un régimen militar pero sí que establezcamos horarios para la comida, el paseo o los juegos.

 
¿CÓMO SE DETECTA?
Cuando un perro está estresado, cambia su comportamiento.

Las mascotas agresivas lo serán aún más; ladrarán y gruñirán más e, incluso, pueden llegar a morder. Los perros nerviosos que no tienen tendencia a la agresividad pueden manifestar su ansiedad con vómitos o diarreas mientras que los que son introvertidos pueden lamerse compulsivamente o morderse hasta hacerse heridas en la piel.

Sabemos que morder es instintivo en el perro pero cuando se convierte en algo obsesivo, también puede ser producido por el estrés. Seguramente, lo único que necesita nuestra mascota es pasar más ratos divertidos.

Comprarle juguetes nuevos que favorezcan la actividad física y compartirlos con él puede solucionar el problema.

En cuanto detectemos cualquier anomalía, debemos acudir a nuestro veterinario para descartar que los cambios que se han producido en el animal no están motivados por ninguna enfermedad. Si nos confirma que tenemos un animal estresado, nos aconsejará la mejor solución.

Un etólogo o un adiestrador pueden ser necesarios y, si la situación es extrema, quizá haya que recurrir a medicamentos. Una dieta equilibrada y de calidad también es fundamental pues no olvidemos que el estrés afecta a su sistema inmunológico.

Es evidente que hay situaciones que no podremos evitar pues nuestro perro tendrá que pasar ratos solo, deberá acudir al veterinario y no tendrá más remedio que aceptar la llegada de un bebé o un cambio de casa. Sin embargo, si tenemos consideración y aprendemos a tratarle como debemos, minimizaremos los efectos que todo esto puede causar en él. Manteniéndole sano, bien alimentado, activo y estimulado, tendremos mucho camino recorrido. Nosotros somos quienes tenemos la llave para que nuestro amigo disfrute de una vida plena y feliz. Además, pasar tiempo con él y hacer que se divierta, sólo nos aportará beneficios a ambos.